Comentario
Los intentos de Nerón por ofrecer nuevas justificaciones al poder imperial resultan más desproporcionados cuando se constata que no contaba con ningún programa innovador en la administración. Sólo cuando el exceso de gastos (incremento de juegos, coronación de Tirídates, reconstrucción de Roma tras el incendio...) puso en apuros a las arcas del Estado, acudió a dos medidas de gran alcance: la apropiación por el Fisco de las fortunas de senadores ricos, condenados por lesa majestad y, en segundo lugar, la reforma monetaria.
La fuente de ingresos obtenidos a raíz de la condena de senadores o caballeros, con precedentes en emperadores anteriores, se empleó sistemáticamente a partir del año 65 d.C., cuando se descubrió la conjura de Pisón. La represión contra los conjurados, una veintena, terminó con personajes tan ricos e influyentes como el propio Pisón, Séneca y el escritor Lucano. De Séneca sabemos que poseía una fortuna superior a los 75 millones de sestercios. Y, poco más tarde, las condenas fueron llegando a otras ricas familias senatoriales. Gran parte de los dominios imperiales del norte de Africa dejaron de ser de particulares en estos años. Y en compensación por la pérdida de popularidad de estas medidas, según Tácito (Ann., XV,72), "Nerón convocó asamblea del ejército e hizo una distribución de 2.000 sestercios a cada soldado, además del trigo gratuito".
Durante el quinquenio áureo, se creyó que la supresión de algunos impuestos indirectos como el de peaje, portorium, contribuirían a abaratar los precios de los productos. La medida, que parecía tener visos de popularidad, iba en contra de los intereses de los hombres de negocios, entre ellos de muchos caballeros, lo que aconsejó una rápida retirada de la misma. Aun así, pretendió dar gran transparencia al Fisco pues "ordenó que se fijaran en un lugar visible todas las leyes fiscales, mantenidas ocultas hasta la fecha". En todo caso, es un buen exponente de la capacidad de comprensión que tenían los romanos sobre los procesos económicos. Tal visión de los fenómenos macroeconómicos se advierte igualmente en la reforma monetaria de Nerón.
No es casual que la reforma monetaria se llevara a cabo a raíz del incendio de Roma del 64 d.C. y cuando las arcas del Tesoro comenzaban a resentirse. La moneda de oro, aureus, que correspondía a 1/40 de libra pasó a tener 1/45 y la de plata, denarius, de 1/84 de libra a 1/96. Antes, un áureo de 7,70 gramos equivalía a 25 denarios de 3,70 gramos, mientras el nuevo cambio había que hacerlo entre el nuevo áureo de 7,30 gramos por 25 denarios de 3,25 gramos. La moneda de oro se utilizaba para grandes pagos y para sufragar gastos de importación de productos del exterior; tal moneda circulaba entre las capas sociales más acomodadas. El denario, en cambio, era de uso más frecuente entre las capas medias. Así, la reforma monetaria de Nerón, además de beneficiar al Estado, era también ventajosa para los medianos propietarios que comenzaban a ser el sector más dinámico de la economía del Imperio. Tal reforma monetaria sirvió de base para épocas posteriores y también de ejemplo para otras intervenciones destinadas a regular la economía del imperio.